El cuerpo 10


Voy a operarme. Lo he decidido esta mañana mientras me tomaba el café y acabo de llamar al centro de estética. Me han dado cita para la semana que viene, y porque no tenían hueco antes, que si no lo cogía. Que luego me conozco y no quiero echarme para atrás.

Hace dos días ya tuve una reunión con el cirujano —el primero que me recomendó Google— para contarle mi situación y ver si era posible lo que yo quería. Me dijo que sí. Y que además me sentaría muchísimo mejor y estaría muchísimo más guapo y sería muchísimo más feliz y que seguro que la gente me sonreiría muchísimo más por la calle. ¿Quién no quiere que todo el mundo le sonría por la calle?

Obviamente consulté lo de la operación con María. Porque al fin y al cabo es mi esposa y también tiene poder de decisión y porque, al fin y al cabo, ella también lo va a disfrutar.

Decidimos que la cara sería la de David Beckham. Esto fue sugerencia de María, pero a mí me pareció bien. Luego entre los dos, revisando muchas revista de cotilleos y de moda, decidimos que los abdominales debían ser los de Cristiano Ronaldo, los brazos de Thor, el novio de la Pataky –siempre se me olvida su nombre– y el pecho del chiquito este de Disney que hizo una película que cantaban en un instituto pero que ahora ya no es un chiquito porque se hizo mayor y se puso muy petado. Esto también fue idea de María. Y las piernas de Jon Kortajarena, capricho mío, que estilizan mucho y yo siempre he sido el bajito de mis hermanos.

“Y algún tatuaje también te tendrás que hacer”, me dijo María. “Que con ese cuerpo te quedará de maravilla”. Así que le dije a Antonio, nuestro hijo, que dibujara lo que más le gustara, que me lo iba a tatuar para llevar un recuerdo suyo. El niño me entregó el dibujo de un falo. Bueno, más bien un pollón, con sus pelos y todo. Que yo no sé si nos va a salir maricón o que está entrando en la adolescencia y lo que nos ha salido es un poco hijo de puta. Pero lo prometido es lo prometido, y el amor de padre lo supera todo, así que me voy a hacer el dibujito de mi Antoñito en la espalda, a escala veinte uno.

Tengo ganas de que llegue la semana que viene para poder dejar atrás mi antiguo yo. El yo de ahora. Me miro en el espejo y no me da miedo el cambio. No me da miedo dejar atrás la barriguita, los mofletes hinchados y los brazos colganderos. Sólo puedo pensar en dentro de una semana. En mis abdominales, en mis piernas kilométricas… y en el pollón a la espalda.

* Imagen de cabecera de Kim Garretson.

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